AFRIKAN MURGILTZEN

Descolonizar la educación, educar en el antirracismo por Adriana Torroella

Uno de los obstáculos que dificulta la prevención del racismo en las aulas es su percepción como un “problema de niñ@s”, “de adolescentes”, “del ser diferente”. A pesar de que todas las personas tenemos una identidad racial (al igual que una identidad de género o de sexualidad), las consecuencias no son las mismas para las personas de apariencia asiática, africana, gitana o latinoamericana que para aquellas pertenecientes a la hegemonía occidental o blanca. Así como ser mujer nos afecta directamente en una sociedad de tradición machista, ser una persona no blanca nos afecta directamente en una sociedad de tradición racista.

En el Informe del Grupo de Trabajo sobre los Afrodescendientes acerca de su Misión en España, se recoge información sobre las formas de racismo, xenofobia y afrofobia a que las personas de la diáspora africana nos vemos expuestas en el Estado. Concretamente, en el ámbito educativo, el Grupo de Trabajo constata que “los planes de estudio no reflejan adecuadamente la historia de la colonización, la trata transatlántica de personas esclavizadas ni las contribuciones de las personas afrodescendientes en España”. Aunque algunos centros tratan de abordar estas cuestiones mediante la valoración de la diversidad y el aprendizaje cooperativo, la ONU denuncia que muchos docentes reconocen ser incapaces de gestionar conflictos raciales así como de impartir conocimientos suficientes sobre la historia de las comunidades racializadas.

Evidentemente, la colonialidad y la tradición racista no son culpa de las generaciones actuales; sin embargo, la educación tiene la responsabilidad moral de concretar la antidiscriminación en todos los ámbitos de la vida y, por lo tanto, de prevenir que su alumnado sea discriminado por motivos de racialidad, linaje y/u origen. Así como el racismo no puede explicarse sin la colonialidad del poder y las desigualdades históricas generadas por el sistema de castas colonial, la educación que se posiciona contra tal discriminación tampoco puede desentenderse de los factores políticos de exclusión. Por este motivo, las educaciones antirracistas sitúan la diversidad racial, cultural y de orígenes en un contexto de desigualdad: para cuestionar la hegemonía occidental que la genera y promover un paradigma inclusivo contra el racismo.

En el ámbito de la educación formal, el enfoque actual tiende a fusionar todas las formas de discriminación, pasando por alto las particularidades históricas del racismo y de las luchas contra la colonialidad. En el contexto español caracterizado por discursos de “tolerancia y libertad”, las denuncias de racismo son vistas con recelo y reducidas a cuestiones de subjetividad. De hecho, de acuerdo con el proyecto europeo TOLERACE, el racismo en el ámbito educativo es percibido como “casos aislados en el funcionamiento general de la sociedad”.

El fracaso de la prevención escolar del racismo se debe a un pensamiento paternalista, que no deja de ser una forma endulzada de discriminación. Hasta ahora, el profesorado ha limitado su aportación al discurso intercultural y a la represión de comentarios, actitudes y/o agresiones racistas; pero no ha cuestionado la naturaleza eurocéntrica de lo que en Occidente se considera “ciencia” y “conocimiento”. En otras palabras: desde los centros educativos se promueven discursos para la resolución pacífica de conflictos (como la educación intercultural), pero aún queda un largo camino por recorrer en el desarrollo de prácticas críticas que aborden la desigualdad social (tal como lo proponen las educaciones antirracistas):

Ante el actual contexto de crecimiento de la extrema derecha, auge del populismo anti-inmigrante y otras proliferaciones de intolerancia social, las educaciones antirracistas deben desarrollar una oposición intelectual a los fundamentos culturales del racismo. Este desafío va más allá de la mera resistencia antirracista, pues implica una postura activa en contra de la supremacía racial y la discriminación por motivos étnicos, culturales y/o de origen.

Para combatir eficazmente el racismo, es esencial que la educación adopte un enfoque más proactivo y estratégico. Esto incluye no solo la denuncia de prácticas racistas y discursos discriminatorios, sino también la promoción activa de la diversidad, la inclusión y la igualdad de oportunidades en las aulas.

Decálogo sobre el rol de la comunidad educativa en la prevención escolar del racismo:

01. Atender al alumnado racializado que ha experimentado discriminación racial, ya sea a través de un trato desigual en el acceso a oportunidades educativas y/o en la aplicación de sus derechos.

02. Visibilizar las discriminaciones por causa y/o con agravante racial a través de su identificación, documentación y registro.

03. Facilitar espacios de diálogo, mediación y resolución de conflictos, incluyendo a aquel alumnado que, consciente de la existencia del racismo, no ha confrontado la situación (personas cómplices).

04. Intervenir en las dinámicas del grupo-clase para asegurar relaciones saludables basadas en el respeto, la empatía y la equidad, fomentando un ambiente inclusivo y un entorno seguro.

05. Revisar los criterios de “integración”, especialmente aquellos relacionados con el aprendizaje del idioma y la comprensión de prácticas religiosas.

06. Identificar las causas subyacentes de ciertas prácticas y comportamientos, como la falta de material, la ausencia en salidas escolares o la falta de participación en actividades extracurriculares. a) En caso de que la causa sea económica, considerar la posibilidad de ofrecer becas para que la falta de recursos económicos no aumente la desigualdad social

07. Utilizar los recursos disponibles en el entorno, como salas de estudio, bibliotecas, clases de apoyo y actividades de tiempo libre para garantizar la igualdad de oportunidades y enriquecer la experiencia educativa de tod@s l@s estudiantes.

08. Sensibilizar a la comunidad educativa acerca de la diversidad racial, cultural y/o de origen, explicando la herencia de la colonización, la influencia del eurocentrismo y la necesidad de reconocer referentes racializad@s.

09. Contribuir a la política antirracista mediante la denuncia de prácticas discriminatorias y la colaboración en la creación de protocolos y guías para prevenir y abordar el racismo en el entorno escolar.

10. DEFENDER LA EDUCACIÓN ANTIRRACISTA Y EL FEMINISMO DECOLONIAL PROMOVIENDO UNA COMPRENSIÓN CRÍTICA DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER.

En definitiva, la lucha contra el racismo en las aulas es un desafío que va más allá de la percepción de este problema como exclusivo de la infancia o la adolescencia. Es un imperativo moral para la educación abordar la discriminación racial de manera estratégica y proactiva, reconociendo las desigualdades históricas que persisten en la sociedad. La promoción de la equidad y la igualdad de oportunidades no solo implica la denuncia de prácticas racistas, sino también la revisión de políticas educativas y la sensibilización de la comunidad acerca de la herencia colonial y eurocentrista.

En un contexto global marcado por el auge del fascismo y la intolerancia social, las educaciones antirracistas desempeñan un papel fundamental en la construcción de sociedades más justas y equitativas. A través de un enfoque que promueva la conciencia crítica y la acción colectiva, la comunidad socioeducativa puede contribuir de manera significativa a la eliminación del racismo en todas sus formas.

¡Es hora de que la educación abandone el pensamiento paternalista y se enfrente de manera efectiva a las desigualdades raciales, reconociendo que la lucha contra el racismo es un compromiso de tod@s y todes!

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