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Educación antirracista
por Zinthia Álvarez Palomino

La diversidad étnico-racial y cultural plantean nuevos escenarios e incorpora nuevos retos a nuestra sociedad que deben abordarse desde el principio de corresponsabilidad. El proceso supone un esfuerzo por parte de la sociedad para conseguir una convivencia inclusiva, pero requiere también un esfuerzo especial de las personas responsables del sector educativo, para desarrollar medidas que impulsen y faciliten este proceso. Generando nuevas oportunidades de aprendizaje.

Todo esto implica una actitud de reconocimiento y aprendizaje de la cultura de cada persona, independientemente de su lugar en la estructura social o en el espectro de identidades, origen o pertenencia cultural.

La educación antirracista intenta abordar la sociedad desde una perspectiva global y analiza la diversidad étnica y cultural en función de las relaciones de poder presentes, además de cuestionar el sistema político actual que mantiene la diferenciación e inferiorización, toma en consideración todas los cruces de la relación de dominación: la social, la política, la económica; siendo la cultural una más de ellas.

Una propuesta global

Identificar y confrontar los prejuicios y estereotipos individuales no resulta suficiente en la educación antirracista. En lugar de ello, se desafía a poner sobre la mesa los elementos estructurales que perpetúan la desigualdad en nuestra sociedad. Esto implica examinar a fondo las bases de las disparidades raciales y étnicas, así como los sistemas que las respaldan y mantienen, y aportar soluciones encaminadas a una mayor igualdad y justicia.

En este sentido, no tiene lógica plantear una educación antirracista únicamente para aplicar en ciertas escuelas (donde existe presencia de diversidad étnica y cultural); sino se plantea como un modelo educativo que debe aplicarse a todos los centros educativos y a cada estudiante, independientemente de su origen cultural.

Para construir una escuela inclusiva y antirracista, es esencial evaluar todos sus aspectos, comenzando por examinar los mensajes y materiales que se utilizan. En este sentido, el plan de estudios es especialmente crucial, ya que no se trata solo de una lista de temas prácticos, sino que influye en las experiencias de los y las estudiantes de manera explícita e implícita.

Además, afecta la forma en que vemos a las demás personas, las oportunidades de participación, interacciones y las relaciones, así como los mensajes que se transmiten de aceptación o rechazo, tanto de manera directa como indirecta.

La revisión de los contenidos implica abordar la falta de visibilidad y examinar los materiales de enseñanza, las imágenes, las perspectivas, entre otros aspectos. Esto conlleva un proceso de concienciación, autoevaluación y capacitación del profesorado para superar la perspectiva centrada en occidente que ha influido en la forma en construcción del mundo hasta ahora.

Un plan de estudios intercultural y antirracista debe, entre otros aspectos:

01. Analizar de manera crítica la persistencia y los impactos del racismo y de las políticas racistas.

02. Ampliar la variedad de lecturas y recursos en los cursos para incluir a autores y autoras que históricamente han sido excluidos, así como aquellos que adoptan enfoques antirracistas.

03. Cuestionar lo que se internaliza de manera implícita, como la creencia en la objetividad de la meritocracia o la atribución exclusiva del fracaso al estudiante.

04. Estar dispuesto a explorar diversas formas de conocimiento, tradiciones, culturas y lenguajes para evitar la restricción de la experiencia humana y el desarrollo del saber al enfoque eurocéntrico.

05. Promover la autorreflexión y la autocrítica en el desarrollo profesional de los educadores.

06. Reconocer el compromiso social como una parte integral de la vivencia educativa.

07. Explorar las intersecciones entre diferentes identidades, como género, sexualidad, clase social o habilidades, que ejercen influencia en las dinámicas de poder en la sociedad

La formación del profesorado

La preparación de los y las docentes debería comenzar por fomentar una mayor conciencia en ellos y ellas a través de una autoevaluación crítica. Esto implica que reflexionen sobre su propio bagaje cultural y examinen sus actitudes hacia aquellas personas que han sido consideradas diferentes. En este punto se debe estar dispuesta a cuestionar y desafiar los prejuicios personales, así como los supuestos no expresados que puedan tener una consecuencia negativa sobre la percepción de las demás personas.

Esto también incluye una reflexión profunda sobre la posición que cada persona ocupa en el complejo sistema de jerarquías sociales, y cómo esta posición puede influir en la reproducción de estructuras de poder y discriminación en la educación y en la sociedad en general. En última instancia, esta toma de conciencia es fundamental para que los y las educadoras desempeñen un papel activo en la promoción de la igualdad y la justicia en el entorno educativo y más allá.

La comunidad

Desde una perspectiva intercultural y antirracista, resulta fundamental la plena implicación y concienciación de todas las partes de la comunidad educativa. En muchos casos, los esfuerzos de formación y concienciación en temas de transformación y justicia social se centran mayormente en los y las estudiantes, dejando en un segundo plano a los y las educadores.

Sin embargo, es imperativo trascender estas limitaciones y comprometer a todas las partes involucradas en el ámbito educativo. Esto incluye no solo a los padres y madres, sino también a la dirección de la escuela, el personal docente, los y las estudiantes, el personal administrativo y los servicios relacionados con la institución educativa, como las actividades extracurriculares, los comedores escolares y el transporte, entre otros. La colaboración y la sensibilización de todos estos actores son esenciales para fomentar una educación intercultural y antirracista que promueva la igualdad y la justicia en la comunidad educativa en su conjunto.

Una comunidad educativa que integre los principios de la interculturalidad y el antirracismo se caracterizará por su trabajar en la diversidad y en su habilidad para influir en la realidad más allá del salón de clases. En este sentido, la comunidad educativa se convierte en un ejemplo a seguir para sus estudiantes y su entorno más amplio. Es importante reconocer que las escuelas no existen en un aislamiento, sino que están inmersas en un contexto más amplio, formando parte integral de un territorio, una ciudad, un barrio y una comunidad específica. Por lo tanto, la relación entre la escuela y la comunidad se torna esencial para brindar una educación antirracista completa, no solo para los y las estudiantes, sino para el conjunto de la sociedad. La colaboración entre la escuela y la comunidad se convierte en un motor importante para la promoción de valores interculturales y antirracistas en la sociedad en su conjunto.

Un stop al racismo en las escuelas

Más allá de la labor preventiva y de la importancia de generar conciencia acerca del antirracismo, es imperativo comprender que los entornos educativos pueden convertirse en escenarios donde se experimenta el racismo en la vida cotidiana, así como prejuicios e incluso acciones de carácter racista.

Cuando nos referimos a acciones racistas, hablamos de cualquier acontecimiento que pueda ser percibido como tal por la víctima o cualquier otra persona involucrada. Estos incidentes abarcan un amplio espectro que va desde el abuso verbal hasta la agresión física. En el contexto escolar, los incidentes racistas pueden manifestarse de diversas maneras, incluyendo comentarios, observaciones o “bromas” con tintes racistas, así como la exclusión de una persona o incluso episodios de violencia física que ocasionan daños significativos.

Es crucial tener en consideración que algunos incidentes que en un principio puedan parecer de poca importancia, pueden acarrear efectos negativos a largo plazo en las víctimas. Los centros educativos que optan por pasar por alto, minimizar o negar la existencia de estos incidentes están enviando un mensaje equivocado a las jóvenes generaciones.

El éxito de una sociedad multicultural depende en gran medida de que los niños y niñas de hoy crezcan con las habilidades y la disposición necesarias para denunciar cualquier forma de racismo, promoviendo la justicia y la igualdad en sus comunidades y en la sociedad en su conjunto.

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