OYERONKE OYEWUMI ES UNA DE LAS AUTORAS AFRICANAS, ESPECÍFICAMENTE DEL TERRITORIO ACTUALMENTE CONOCIDO COMO NIGERIA, QUE MÁS HA APORTADO A IDENTIFICAR POR QUÉ EL BIOLOGICISMO Y EL BINARISMO DE GÉNERO SON CONSTRUCCIONES COLONIALES. SU TRABAJO SE CENTRA EN EL PUEBLO YORUBA: “LA CATEGORÍA “MUJER” -QUE ES FUNDAMENTAL EN LOS DISCURSOS OCCIDENTALES SOBRE EL GÉNEROSIMPLEMENTE NO EXISTÍA EN TIERRA YORUBA ANTES DE SU CONTACTO CONTINUADO CON OCCIDENTE. NO HABÍA NINGÚN GRUPO PREEXISTENTE CARACTERIZADO POR INTERESES, DESEOS O POSICIÓN SOCIAL COMPARTIDOS.
La lógica cultural de las categorías sociales occidentales se basa en una ideología de determinismo biológico: la concepción de que la biología proporciona lo racional para la organización del mundo social. Así, esta lógica cultural es en realidad una “bio-lógica”. Categorías como la de “mujer” se basan en el tipo de cuerpo y se elaboran en relación y oposición a otra categoría: el hombre; la presencia o ausencia de ciertos órganos determina la posición social.” (Oyewumi, 1997, p. ix-x) Cuestiona así la idea de que el género como categoría que ordena la sociedad ha existido en todo territorio históricamente, de hecho pone sobre la mesa que la subordinación de las mujeres en la sociedad Yoruba fue una importación europea dado que “en la sociedad precolonial Yoruba, el tipo de cuerpo no era la base de la jerarquía social: los hombres y las mujeres no se clasificaban según la distinción anatómica” (Oyewumi, 1997, p. xii). Reivindica la necesidad de crear categorías analíticas que no se originen en Europa o Estados Unidos para superar la alienación producida por ellas. Reclama, además, la desnaturalización del género. Se necesita aceptar, especialmente en los movimientos feministas hegemónicos, que el género es un constructo social variable en diferentes culturas:
“Debemos reconocer además que si el género es una construcción social, entonces hubo un tiempo específico (en diferentes emplazamientos culturales/ arquitectónicos) en el que se “construyó” y, por tanto, un tiempo anterior en el que no. Así pues, siendo el género una construcción social, es lógico suponer que en algunas sociedades la construcción del género no tenía por qué haber existido en absoluto” (Oyewumi 1997, p.10).
A Oyeronke se suman autoras que cuestionan la heterosexualidad como institución política y obligatoria que sostiene el sistema sexo-género (Miñoso,2007; Curiel, 2011). Denuncian que las identidades fuera de la norma existen como contención, como recordatorio de la superioridad de unxs y subordinación fija de otrxs, “una es lesbiana u homosexual en la medida en que no es heterosexual” (Miñoso,2007, p.44). Se reivindica lo lésbico ante la primacía de la heterosexualidad en los espacios de feminismo tanto académicos como activistas, se nombra el deseo como una cuestión que no es solamente personal, sino construida. Además, Miñoso (2017) realiza una crítica a las políticas de reconocimiento de la diversidad sexual que han sido despojadas de un análisis de las opresiones interconectadas y se han vuelto “una agenda internacional light” (Miñoso,2007, p.135) basada en la idea de tolerancia. Es decir, se ha dejado de nombrar que el régimen heterosexual atraviesa todas las decisiones, así como las relaciones sociales que se toman en una nación (Curiel, 2011).
LAS IDENTIDADES TRANS HAN SIDO EXPULSADAS A LOS MÁRGENES DEBIDO A LA CENTRALIZACIÓN DE LA CISGENERIDAD COMO NORMA. De hecho, en múltiples contextos y momentos históricos, se ha categorizado a las personas trans como peligrosas o psicológicamente enfermas (Arjonilla & Méndez, 2015). En territorio español, durante la época franquista, se acusaba al colectivo trans de suponer un escándalo público. Aún con ello, han estado siempre presentes en primera línea de las luchas por la liberación queer (Arjonilla & Méndez, 2015). No ha sido hasta años recientes que se ha despatologizado la identidad trans en el contexto español con leyes históricas, que han supuesto resistencias ejemplares pero también violentos señalamientos que continúan (Valdés, 2023).
Incorporando las realidades descritas en el párrafo anterior, Alanis Bello Ramírez (2018) trabaja por crear una perspectiva educativa travesti, popular y transformadora. Es necesario dado que la pedagogía como disciplina “se encuentra ligada de manera inexorable a la regulación de los cuerpos, el control de los deseos y el modelamiento de esquemas de subjetivación” (Ramírez, 2018, p.105). Dicha regulación hace que los cuerpos trans no estén autorizados a ser parte del día a día pues no entran dentro de la normalidad y que sus vidas se encuentren en constante riesgo por haber transgredido la coherencia sexo-génerodeseo (Ramirez, 2018). Los espacios educativos deben dejar de reforzar la marginalización latente. Por ello, la autora reclama que se reconozca a las personas trans como sujetos de conocimiento y agentes pedagógicos válidos sin caer en los modelos de ciudadanía neoliberales asimilacionistas de la diversidad:
“Porque nuestro deseo no es alcanzar la respetabilidad, sino demoler las jerarquías que ordenan a las identidades, y a las y los sujetos, reconociéndonos negras, putas, palestinas, revolucionarias, indígenas, gordas, presas, drogonas, exhibicionistas, piqueteras, villeras, lesbianas, mujeres y travas que, aunque no tengamos la capacidad de parir un hijo, sí tenemos el coraje necesario para engendrar otra historia” (Berkins, 2006, p.227)